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martes, 23 de octubre de 2012

La empresa V

 -¡Teodora! ¡Mire mi negra que ya han tirao el cañonazo del Morro y va a llegá tarde, pué!
La voz apremiante de mi madre me hizo dar un respingo y la tuerca del pendiente salió de entre mis dedos como una minúscula canica. Mis ojos no fueron capaces de seguir la parábola que describió y emití un gruñido de desesperación

-¡Ya lo he oido! --Grité fuera de mí mientras intentaba en vano agacharme para recogerla. Y digo en vano porque aquel vestido no me permitía fexionar el cuerpo más de noventa grados por articulación, así que desistí, cogí un par de pendientes de clip y me los coloqué con furia. Observé nerviosa la imagen que el espejo me devolvía. Así, con gesto airado y la mirada torva, mi rostro se oscurecía mostrando la negra que llevaba dentro y que le debía a  madre. Me forcé a sonreír, la sangre poco a poco se disipó, las aletras de mi nariz se estrecharon y mis ojos perdieron su redondez ofuscada. Apareció en mi cara entonces el rostro español que debía a mi padre. Cogí mi cartera de mano y sin despedirme de mi madre, salí disparada por la puerta de casa con el corazón palpitando en mi pecho como un tambor de guerra.

 A Brandon Hunter no le gustaba nada que le hiciera esperar. Hacerle esperar podía suponer que una cena romántica en el restaurante del Habana Biltmore se convirtiera en una pesadilla de reproches y quejas. 
 Nos conocimos hacía seis meses en un partido amistoso de beisbol entre el Marianao y el Cienfuegos organizado por Jacob Lansky al que mi empresa me invitó.  Mi jefe me presentó al señor Lansky y yo enseguida reparé en Brandon. No se separaba ni un momento de Lansky, parecía un guardaespaldas por su aspecto corpulento, recio y siempre a la defensiva, pero no lo era, era su hombre de confianza. En cuanto mi jefe me presentó a Lansky, Bandon Hunter se fijó en mí. Aquella misma noche me invitó al Tropicana y una semana después era oficialmente su novia, aunque no conseguía desembarazarme de todas las busconas que intentaban arrebatármelo impunemente
Estar a su lado relajada y tranquila no me era posible. No, mientras su puño derecho permaneciera apretado cada vez -y eran muchas- que me lanzaba un reproche. Aunque jamás le tuve miedo, miedo no, sencillamente porque nunca he tenido miedo a nada ni a nadie, y, es cierto que abre muchas puertas en Cuba ser la novia del hombre de confianza de Jacob Lansky...

Aquella cena iba a ser muy diferente a las demás. Necesitaría de todas las armas de seducción posibles para convencerlo de participar en mi plan. El era la clave, mejor dicho, el señor Lansky, era la clave. Tenía que conseguir que Brandon me entendiera y me apoyara.... La empresa me había comunicado la llegada inminente de  una nueva empleada desde Buenos Aires, una pazguata a la que tenía que enseñar todo lo referente a mi trabajo, una colaboradora, lo llamaron. Nada ni nadie iba a pisarme el terreno en el trabajo. Me había llevado años conseguir patrocinio y respaldo para mi proyecto. Ahora no iba a venir una lista a quedarse con lo que era mío. 

Brandon estaba de buen humor, lo noté enseguida. Sonrió desde la ventanilla de su Cadillac negro al verme bajar  resuelta, desafiante y provocatica las escaleras. Yo sabía muy bien lo que a él le gustaba de mí, y aquella noche se lo iba a dar. ¡Vaya si se lo iba a dar!. 
Me acerqué al coche y conseguí inclinar mi cuerpo hasta poner mis ojos frente a los suyos. A penas podía respirar, mitad por culpa del vestido, la otra mitad por la tensión. 
-Hola amor-  Susurré con voz entrecortada a causa de los nervios y la  expectación, aunque él interpretó en mi jadeo exactamente lo que yo quería que interpretara.  Me incorporé y dando media vuelta conseguí desviar sus ojos hacia mis caderas con la excusa de mostrarle el vestido.
-¿Me queda bien?-   Pregunté con una sonrisa melosa.
Brandon balanceó la cabeza mientras su ojos me recorrían
-Estás increíble. ¡Sube al coche de una puta vez!  Hoy cenaremos algo rápido